¡Hola a todos los lectores! Soy Bruno, y quiero contarles sobre mi experiencia en Illescas, un pequeño pueblo de España, donde estoy como voluntario.
Llegué el 6 de mayo y, al día siguiente, ya estaba dando clases de inglés a niños españoles y marroquíes. Fue una experiencia nueva para mí, y aunque al principio los niños me pusieron a prueba, poco a poco fui aprendiendo a manejarlos. Esto, la verdad, me dio muchas satisfacciones. Los adultos, por otro lado, fueron mucho más colaborativos, lo que hizo que las clases con ellos fueran más fluidas. Mi primer mes fue bastante tranquilo. Las clases de inglés fueron mi única actividad, pero debo decir que, a pesar de ser lo único que hacía, me sentía muy realizado.
En junio, las clases se detuvieron porque comenzó un nuevo proyecto: un campamento
de verano en inglés para niños, organizado por la asociación Ecocompartimos. Llamaron a voluntarios de todo el mundo para colaborar, y tuve la suerte de ser uno de ellos. La formación fue en Toledo y conocí a personas increíbles, responsables y educadas. El campamento comenzó el 24 de junio, y debo decir que salió todo genial. A algunos de los niños ya los conocía del año pasado, lo que facilitó bastante las cosas, y pude ayudar a otros voluntarios gracias a la experiencia que ya tenía.
El campamento terminó el 2 de agosto. Siempre es un momento difícil cuando toca despedirse después de haber compartido tanto. Tras dos meses trabajando juntos, te das cuenta de que ese período de tu vida ha llegado a su fin. Sin embargo, esa tristeza no es más que la otra cara de todas las experiencias positivas que he vivido. Conocer y convivir con personas de países y culturas
tan diferentes a la mía me ha enseñado mucho. He aprendido a ser más flexible y a trabajar en equipo de forma pacífica, y también me ha ayudado a conocerme mejor y aceptar que está bien ser diferente.
Ha sido una experiencia inolvidable, y me llevo un montón de recuerdos y aprendizajes. ¡Gracias por leerme!
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