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La austeridad como estilo de vida.

  • ecocompartimos
  • May 16
  • 3 min read

—Me escuecen las manos.—Me dice Fin.


—Eso cura—. Le respondo mírándome también las manos.


Estamos en “Plage Blanche”. Una playa gigantesca, de arena fina y de fuertes olas del Atlántico. Un lugar espectacular. —Trabajamos duro.— Me digo a mí mismo mientras sumerjo las manos de nuevo en el frío mar.


Encargados de limpiar la mala hierba del campo de granadas, entre otros lugares igual de duros. Por supuesto, mala hierba significa “pincha y corta”, aún con herramientas esta se defiende bien. Y nosotros somos de carne y hueso.


Nuestra amiga “La azada”
Nuestra amiga “La azada”

“El campo es duro” así lo dice mi madre que bien lo sabe por experiencia. Procede de una familia de agricultores y jornaleros cuyas manos están igual de ásperas y secas que las de por aquí (mi abuelo así las tenía por ej.). Ahora yo lo sé también. He tenido que irme a Marruecos para conocerlo…


Las manos del padre de Yassin
Las manos del padre de Yassin

El padre de Yassin se llama “Lyassid” o al menos así se pronunciaría en español. Un hombre enjuto, de tez morena y lleno de vitalidad cuyas manos definen perfectamente el trabajo duro que acarrea día tras día con más de 70 años. A diferencia de nosotros, blanquitos europeos, soportamos al Sol con cremas de supermercado y gorras Nike. Ni con esas, rostros pálidos, podemos evitar convertirnos en tomatitos rojos por la tarde. Camisetas manchadas de barro, pantalones cuyo polvo se convierte en parte del color y turbantes que pasan a ser un atuendo estéticamente “cool” y a la vez obligatorio sino quieres convertirte en un muñeco de arena. Un outfit completito para ir a la guerra en el desierto.


El suelo árido.
El suelo árido.

La mayoría de nosotros trabajamos sin guantes. Es como pintar un cuadro, hay que estar dispuesto a ensuciarse las manos. Sin embargo, estas expuesto a cortes, arañazos y por supuesto, la sequedad de estas. —Estoy vaciando la lata de Nivea. Debo ir a comprar más la próxima vez sino quiero que mis manos pasen a ser una lija—. Lo apunto mentalmente para el próximo viaje a la ciudad. Porque en Oumifiss no hay nada, cuando digo “nada” me refiero a cero cafés, cero tiendas, ocio, etc. Vamos hay más animales que personas. Si necesitas comprar algo debes ir a Guelmim.


Un burrito de Oumifiss
Un burrito de Oumifiss

Conformarse con lo que hay se convierte en obligación más que una opción. Una vez terminado el trabajo por la mañana llega la ansiada comida y con ella, la inmensa tarde. La que buscamos rellenar con infinitud de actividades como: una buena siesta, scroll on instagram, leer, escribir, hablar, tomar café, escuchar música o simplemente respirar. Todo para que no te pille el temido “aburrimiento”. Por qué estar con uno mismo, para algunos, es insoportable. Seamos sinceros. Pensando en todos los problemas que podría evitarme si tan solo encendiera el móvil.


En mi caso escribiendo
En mi caso escribiendo

Sin embargo, el tiempo se echa encima como una roca gigantesca y aquí, se puede casi sentir su fuerza. Tanto que un paseo puede ser igual de aburrido como enriquecedor, algo casi espiritual. Sin cartera, sin movil, sin nada que ver y a la vez todo. 0 estímulos y un mundo imaginario a la alcance de tu mano. El sonido de los pájaros, las tortugas del río escondiéndose, el chirriar de una puerta entreabierta, la sonrisa y el saludo de alguien, un gato o tres a la vez. La escena es tan austera, minimalista podría llamarla, que lo poco conforma un todo.


La austeridad que conocemos lo europeos se queda en nada comparado con lo que ocurre aquí. Dejando ser una elección por un estilo de vida.


Gatito en la puerta de una casa
Gatito en la puerta de una casa

Siento que cada día descubro cosas nuevas a pesar de que el sol, la arena y las palmeras se han convertido en el paisaje de cada día. Alejado del mundo y en mitad del desierto me siento a veces como El Principito. Paseo por el desierto preguntando, y al mismo tiempo, añorando.


-Kevin Cano


The Little Prince. - Ilustration by Ann Baratashvilli.
The Little Prince. - Ilustration by Ann Baratashvilli.













 
 
 

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