Las Puertas del Sáhara
- ecocompartimos
- 17 hours ago
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Cinco días son más que suficientes para darse cuenta de que esto no es EU. La religión, la pobreza y el estilo de vida marca una diferencia abismal entre los dos continentes.

Me encuentro en Anza. Una pequeña ciudad costera cerca de Agadir, la ciudad donde aterricé por primera vez en Marruecos, marcada por la afluencia de un turismo buscando las mejores olas y una sociedad tradicional marroquí. Mujeres de piel clara en bikini, se entremezlcan con las miradas de ancianos y mujeres de tez oscura, estas últimas ocultas bajo sus largos vestidos. Bajo un velo, solo dejan ver la mirada oculta de sus ojos.
Ya hace tres días que aconteció “Eid-Al Fitr” y aún estoy algo perplejo. Jamás pensé que algo así pudiera aún suceder en pleno s.xxi. La devoción, la lealtad y la fé a algo que aún no logro entender. A pesar de mis preguntas frecuentes a mis compañeras/os marroquís, sigo buscando razones a algo que seguro necesitaré más tiempo para averiguarlo.
Para quien no lo sepa “Eid-Al Fitr” es el último rezo matutino antes del gran desayuno, donde dan por terminado el mes de Ramadán. Y justo allí, con mi chilaba y mi cámara de fotos, me encontré la realidad. Sin filtros. Simplemente la fuerza de la religión musulmana.
El “Eid-Al Fitr” se dá en un terreno amplio y vacío, no en mezquita. Un lugar grande para dar cabida a cientos, miles de personas que van a congregarse al rezo, dirección a la Meca—El gran sueño— de todos y cada uno de los musulmanes. Divididos en dos grandes grupos, se preparan con alfombras y sus mejores “Chilabas”; por un lado los hombres y niños sufientemente mayores como para hacer el rezo por sí mismos, y más atrás, casi a 40m de distancia las mujeres y niñas.
Son las 7.30h de la mañana el Sol despunta en lo alto. Comienza el rezo.


Recuerdo como todo iba sucediendo. La gente llegaba y se colocaba. Incluso policías entraban ansiosos durante lo últimos segundos para unirse a la gran masa. Expectante esperaba. Cuando todo empezó fui el único de miles que se encontraba de pie, simplemente observando el ligero movimiento, escuchando ese sonido contundente del orador en el que la palabra “Alá” suena en cada frase. El único en la sala de cine. Solo yo viendo toda la escena.
Al salir me encontré con mis compañeros/as musulmanes. Se encontraban bien, relajados. A pesar de todo hubo algo que me sorprendió. Una de ellas al preguntarle “How was it?” vi algo que no pude creer. En todo el rezo presencié la serenidad, ese sentimiento de tranquilidad al entrar también en cualquier iglesia europea, no obstante vi algo en ella que me paralizó por completo. No hacía falta una respuesta a mi pregunta, el brillo en sus ojos me respondían. Era devoción, felicidad, amor.
—I love it.
Ya no estaba en Europa sino en Marruecos.
Kevin Cano

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